Un día se encontraron un corazón y una estrella, y el corazón, maravillado por la feliz sorpresa, le dijo:
– ¡Qué bonita eres! ¡Tu brillo ilumina y da calidez a mi corazón!
A lo que la estrella respondió:
– Hace tiempo que mi corazón se enfrió y me apagué… Ya no puedo brillar.
El corazón lejos de sentirse apenado, abrió los ojos iluminado por una inmensa alegría, y le preguntó
– Entonces, ¿puedo ser yo tu corazón?
Desde entonces la estrella nunca dejó de brillar y el corazón de sonreír.